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martes, 14 de agosto de 2007

Meditación

Estaba pensando en las tablillas de la Mesopotamia antigua: alguien iba a comprar carne a una manzana de su casa y de regreso tenía que pasar el control de impuestos y pagar por lo que ya había pagado. Algo que nos hace pensar en los peajes de las autopistas, por dar ejemplo tonto, ya que todo se mueve de esa manera...

“-Si llegas al proceso, búscate un sinvergüenza de abogado”,- clamó Eurípides,- porque él conocerá los agujeros de la red de las leyes.”
(Visita a los Poetas Desterrados de Bertold Brecht.)

Y así funciona la humanidad.

Luego están los revolucionarios que se niegan a pagar los “peajes” creando guerras, pero claro, no hay que olvidarse que para crear una guerra hay que saber planificarla, utilizar tácticas, estratagemas, lavarles el coco a todos los que puedan, utilizar ovejas que se dejen convencer y ¿en qué suelen desembocar? En napoleones y un cambio de manos en la economía... eso siempre sucedió así.

La educación y el nivel de vida de los ciudadanos no interesa. Sólo hay que darse un paseo por los establecimientos de educación y pronto nos damos cuenta del manipuleo y maniqueo que se ofrece como espectáculo desde las alturas. Sólo se sale adelante por la inquietud personal: aquél que busca, que quiere saber, que no se detiene en los tópicos, que no se para en los límites que imponen las filosofías o políticas mediáticas. Aquél que sabe que lo único que le da libertad de acción es la humildad y que reconoce que si intenta imponer su forma creará otra orientación impuesta y lavacocos. Aquél que disfruta conociendo y el saber es su mayor tesoro.

Y digo yo, qué hubiese sido de la humanidad sin el negocio... Sin el interés personal por sobresalir, por ser el “jefe”. Por tener más que nadie. En definitiva prospera todo aquello que da a los que viven drogados por el poder, utilizando lo que las mentes sanas y preocupadas por el conocimiento les dejaron en bandeja, no de plata, sino de oro y con diamantes. Anónimos, algunos encumbrados después de muertos por eso de que los muertos ni hablan ni estorban y que desaparecieron por aquellos que después se apropiaron de ese trabajo sacándole beneficios a sus ideas y realizaciones.

Pero de qué nos sorprendemos. Siempre fue así...