El biógrafo de Napoleón, Georges Lefèvre, lo describió de la siguiente manera:
“Pequeño y bajo, bastante musculoso, rojizo y todavía seco a los treinta años, el cuerpo endurecido y siempre listo.
La sensibilidad y la resistencia de los nervios son admirables, los reflejos de una prontitud asombrosa, la capacidad de trabajo ilimitada; el sueño viene cuando se le ordena.
Y ahora, el reverso: el frío húmedo provoca la opresión, la tos, la disuria; la contrariedad despierta gran cólera; el exceso de trabajo, a pesar de los baños calientes y prolongados, el uso moderado pero constante de café y de tabaco, engendran a veces breves desfallecimientos que llegan incluso al llanto.
El cerebro es uno de los más perfectos que han existido: la atención siempre despierta, remueve infatigablemente los hechos y las ideas; la memoria los registra y los clasifica; la imaginación juega libremente y, por una tensión permanente y secreta, inventa sin fatigarse los asuntos políticos y estratégicos que se manifiestan en iluminaciones repentinas.”
Óleo: Retrato de Napoleón de Andrea Appiani
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