A que es mejor cometer los propios errores que vivir las virtudes de los demás.
Estaba pensando que en definitiva todos somos discapacitados y es muy fácil de comprender esto si hacemos una serie de comparaciones:
Empezamos a correr junto a un caballo y es como si nosotros a su lado fuéramos lisiados. Nadamos con un delfín y somos concientes de que no podemos igualarlo. Escuchamos a los pájaros y nos decimos qué mal cantamos. Queremos bailar como las hadas y nos sentimos muy pesados y al desear volar como los ángeles nos damos cuenta de la fuerza de la gravedad. Así con todo.
Pero nos hemos ido haciendo soberbios y nos hemos ido convenciendo de nuestra omnipotencia. ¿Qué sucede entonces? Que al no serlo nos atacan los miedos, las dudas, la angustia porque no somos capaces de observar en lo que nos rodea, la gran diversidad y alegrarnos por ello.
La discapacidad nos esclaviza entonces y creamos barreras.
No obstante el miedo, que es un estímulo muy útil, comienza a adueñarse e intentamos protegernos envueltos en una masa humana, la cuestión es no oírlo aunque esa masa nos presione y nos quite identidad.
Y me he dado cuenta de una cosa: cuando huimos del miedo, éste nos persigue, cuando nos enfrentamos, se aleja. Si lo evitamos, nos vamos haciendo refugiados, desarrollándonos en mundos diferentes a nuestros anhelos. Si nos enfrentamos comenzamos a descubrir aquel en el que estamos, nos sorprende al desentrañarlo cuántas posibilidades escondidas hay que en lugar de asfixiarnos nos están dando pautas para hallar mejores caminos.
Por eso el primer camino quizás sea el miedo… Enfrentándose a él.
Regalo de Cherokee